jueves, 5 de septiembre de 2013

La Educación Argentina


            ¿Cómo está la educación en la Argentina? ¿Cuáles son las características del sistema educativo en la actualidad? ¿En qué difiere de los `90? ¿Se ha avanzado o se ha retrocedido? Intentar responder estas interrogantes es el objetivo de este artículo. Y para poder hacer un análisis correcto sobre el estado actual de la educación en nuestro país, es necesario, antes que nada, situarse desde una perspectiva histórica.

Hace poco más de veinte años atrás, en 1992, se produjo la fragmentación y atomización del Sistema Nacional de Educación, con la transferencia de los servicios educativos de la Nación a las provincias pero sin los recursos financieros necesarios para costearlos. Un año más tarde y en pleno auge del modelo neoliberal en nuestro país y en la región, la sanción de la Ley Federal de Educación implicó un deterioro enorme desde el punto de vista pedagógico, salarial, laboral y financiero. La creación de la EGB y el Polimodal provocó la desjerarquización educativa y la “primarización de la enseñanza secundaria”. Asimismo, la virtual eliminación de la Educación Técnica significó un enorme retroceso para el desarrollo del país. Las consecuencias más graves que dejó este modelo neoliberal de la educación fue la disminución de la calidad educativa en general, la valorización de la enseñanza privada por sobre la estatal y un acelerado proceso de exclusión de miles de niños y jóvenes del sistema educativo.

            A partir de 2003 el Estado Nacional propone un cambio de paradigma en varias esferas de la vida política y social, incluyendo a la educación entre sus principales preocupaciones. Comienza así, un esfuerzo para intentar mejorar la educación pública y articularla con el sistema científico-tecnológico. La inversión en educación se entiende ahora, como la herramienta fundamental para desarrollar las capacidades productivas del país y para alejarnos definitivamente de la pobreza y de la exclusión social. Para ello fue fundamental la Ley de Financiamiento Educativo de finales de 2005, que estableció, entre otras disposiciones, incrementos paulatinos en los fondos destinados a la educación, hasta alcanzar en el año 2010 el 6% del producto bruto interno (PBI), cifra que en la actualidad es inclusive superada. A esto se le sumó la nueva Ley Nacional de Educación (LEN) de 2006, que reformuló por completo el sistema educativo volviendo a la estructura de los dos niveles básicos de enseñanza primaria y secundaria. En el espíritu de la nueva ley se establecen como objetivos primordiales la universalización del nivel inicial y la obligatoriedad de la primaria y la secundaria. La LEN contempla, además, otras modalidades de educación que deben ser garantizadas por el Estado: Educación a Distancia, Artística, de Jóvenes y Adultos, Educación Domiciliaria y Hospitalaria, Educación en Contextos de Encierro, Educación Especial, Educación Intercultural Bilingüe y Educación Rural. En dicha ley se declara, también, que la educación es un bien público y se concibe al Estado como el garante de una educación integral para todo habitante del territorio argentino.

Otro aspecto que es fundamental para el mejoramiento de la calidad educativa tiene que ver con la recomposición salarial de los docentes de todos los niveles. Las discusiones paritarias que todos los comienzos de año se desarrollan, traen gran visibilidad en los medios de comunicación, muchas veces generando situaciones de incertidumbre y de crisis. Sin embargo, esto no debe entenderse así, ya que la negociación de salarios y de condiciones de trabajo se ha institucionalizado, lo que permite establecer una mejor retribución al trabajo docente, aunque todavía queda mucho por hacer en esta materia.  

El sistema universitario es uno de los niveles en donde mejor se observa el avance en estos últimos años. Siendo el Estado Nacional el responsable de establecer la política universitaria y la asignación de recursos económicos, la evolución del sistema universitario se hace palpable en una mayor asignación presupuestaria para este sector, en un fuerte incremento en el salario docente, en la regularización de miles de docentes que se encontraban dictando clases de manera gratuita y en la creación de nuevas universidades. En cuanto a este último punto, es importante remarcar que desde 2003 se crearon nueve Universidades Nacionales, llegando a un total de 47 distribuidas en todo el país, ampliando la oferta de carreras y la cobertura geográfica. De las nuevas instituciones educativas que se suman al sistema universitario argentino, seis de ellas están ubicadas en el Gran Buenos Aires (la Universidad Nacional Arturo Jauretche en Florencio Varela; la Universidad Nacional de Avellaneda; la Universidad Nacional de Moreno; la Universidad Nacional del Oeste, en Merlo; y la Universidad Nacional de José C. Paz) y tres en el resto del país (la Universidad Nacional del Chaco Austral; la Universidad Nacional de Villa Mercedes, en San Luis; y la Universidad Nacional de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur). Hoy todas las provincias del país cuentan con una universidad nacional en su territorio. La creación de estas nuevas universidades no sólo permite que miles de jóvenes puedan acceder a una educación superior, sino que además permite que miles de esos jóvenes tengan la posibilidad de estudiar cerca de sus hogares y sin la necesidad de viajar largas distancias o de inclusive mudarse.

Es producto de este cambio de paradigma que se ha dado en la política nacional, que hoy, a diferencia de épocas pasadas, un niño nacido en el seno de una familia pobre, tiene derecho a que sus padres perciban la Asignación Universal por Hijo (AUH), asegurándole a toda la familia un ingreso mensual mínimo para que ese chico no deje la escuela, ya que la misma exige la regularidad escolar para continuar con el beneficio. En la escuela secundaria, obligatoria desde el 2006, ese alumno tendrá acceso a la tecnología, mediante una netbook que le otorga gratuitamente el Plan Conectar Igualdad. Si ese joven vive en una zona rural, contará además con ayuda económica para movilidad y equipamiento multimedial en su escuela. Cuando finalice estos estudios, tendrá la posibilidad de acceder a una beca nacional, para solventar sus gastos personales mientras estudia en una universidad pública y gratuita. Además, cuando termine la universidad, se encontrará con un sistema productivo dinámico, que con un 7% de desocupación le permitirá incorporarse al mercado de trabajo.

En conclusión, la inversión en educación pública y de calidad ha sido importantísima en esta última década y se puede contrastar fácilmente con épocas pasadas. Esto ha permitido mejores condiciones tanto para docentes como para educandos, ha incluido a miles de argentinos que se hallaban excluidos de toda escolaridad, y se han sentado las bases para la profundización del desarrollo productivo nacional. Es por estas razones y por muchas otras más, que se vuelve imperiosa la necesidad de continuar e incrementar la inversión pública en el sistema educativo en general, y de buscar las soluciones para los problemas que, lamentablemente, todavía arrastra la educación en nuestro país.   

jueves, 20 de junio de 2013

... que me ha dado Dios


El 13 de febrero de 1812 Manuel Belgrano, en vista de que muchos de sus soldados usaban las mismas insignias que los enemigos realistas, propuso al Triunvirato la creación de una Escarapela Nacional. Cinco días después el Triunvirato aprobó el uso de la escarapela blanca y celeste.

El 27 de febrero de 1812, entusiasmado con la aprobación de la escarapela, Manuel Belgrano diseñó una bandera con los mismos colores, enarbolándola por primera vez en Rosario, a orillas del Río Paraná. Allí, al frente de las baterías Libertad e Independencia la hizo jurar a sus soldados. Luego, mandó una carta al Gobierno comunicando el hecho. Este mismo día, el Triunvirato le ordenó hacerse cargo del Ejército del Norte.

El 3 de marzo de 1812 el Triunvirato contestó la carta de Belgrano, ordenándole que disimulara y ocultara la nueva Bandera y que, en su lugar, pusiese la española, que se usaba entonces en la Capital. Pero, cuando la orden salía de Buenos Aires, Belgrano ya marchaba hacia el norte y, por esta razón, no se enteró del rotundo rechazo del Gobierno de Buenos Aires a la nueva bandera.

El 25 de mayo de 1812 al frente del Ejército del Norte, el entonces General en Jefe Manuel Belgrano movilizó sus tropas hacia Humahuaca. En San Salvador de Jujuy, al frente de sus tropas, él enarboló la Bandera Argentina en los balcones del Ayuntamiento. Allí, la Bandera Argentina fue bendecida por primera vez.

El 27 de junio de 1812 el Triunvirato ordenó nuevamente a Manuel Belgrano que guardara la bandera y le recriminó su desobediencia. El 18 de julio de 1812 el General contestó que así lo haría, diciéndoles a sus soldados que se guardaría la enseña para el día de una gran victoria. Fue así como nuestra Bandera se utilizó desde el 25 de mayo de 1812, pero debió esperar hasta el 20 de julio de 1816 para que el Congreso de Tucumán la reconociera oficialmente.

Pese que a algunos intereses porteños les haya causado mucha rabia su creación, lo cierto es que la Bandera Nacional se la debemos a Manuel Belgrano, uno de los más grandes patriotas latinoamericanos. Y es en honor a él que se festeja el Día de la Bandera en el día de su paso a la inmortalidad, que fue un día como hoy, un 20 de junio, pero de 1820.

domingo, 16 de junio de 2013

A propósito de 1933


Dos días después de que más de medio millón de personas se reuniese en Plaza de Mayo y alrededores para celebrar todos los derechos conquistados y todas las reivindicaciones sociales alcanzadas durante estos diez años de gobierno kirchnerista, el centenario diario de la familia Mitre se despachó con un editorial completamente a tono con su histórico pasado y su conflictivo y crepuscular presente. 1933 representa un escalón más en la larga serie de vergonzosos escritos publicados en esta “Tribuna de Doctrina”, en donde se elude olímpicamente a la realidad y se ofende a la verdad y a la memoria colectiva únicamente para contar con un recurso discursivo más en medio de la batalla cultural que hoy se está librando en nuestro país. Recurrir a la comparación forzada del nazismo con el gobierno nacional actual no nos debe sorprender. La misma forma parte de una deliberada y sistemática estrategia de bastardeo a la cúpula dirigencial del país y a sus decisiones políticas, como así también a todo aquel que acalorada o tibiamente apoye o se sienta parte del proyecto político y social que comenzó hace ya una década.

            Bajo el pretexto de alertar sobre situaciones asimilables entre el régimen nazi con la realidad política actual, el matutino porteño relata en la nota el proceso de ascenso del nazismo en Alemania. Sin embargo, en esta supuesta comparación no se desarrolla ningún argumento que justifique a la misma, ya que sólo busca insuflar el temor en la población de la manera más barata, en particular en la clase más acomodada de la Argentina, arquetípico lector de La Nación. En su afán de interrumpir el proceso de transformación de la Argentina actual, el diario cae en el groso error de banalizar el horror que provocó la Segunda Guerra Mundial y de ofender al recuerdo de los 60 millones de muertos a los que condujo la política nazi, especialmente a las víctimas y sobrevivientes del Holocausto.

            Esta obvia imposibilidad de comparación entre dos situaciones tan disímiles es la que llevó a la DAIA (socia del diario en materia de Referéndum con Irán, si se quiere) a emitir un comunicado en el que demuestra su claro malestar por el editorial y en donde reafirma “su postura permanente de que la dictadura nazi y su siniestra política de persecución y exterminio no pueden ni deben ser equiparadas con otras situaciones o decisiones políticas ajenas a ella”. Este justo repudio se sumó al de las organizaciones de derechos humanos, al de los funcionarios nacionales, provinciales y locales enrolados en el Frente Para la Victoria, como así también al muy significativo rechazo de los propios trabajadores del diario.     

Es curioso que los entusiastas, apologistas y promotores del genocidio en nuestro país y en otras partes del globo, que se hallan detrás de la pluma de quien escribió esta editorial, se sientan con derecho a comparar la etapa que estamos viviendo con el surgimiento del nazismo. Son las cabezas detrás de La Nación quienes justamente se mostraron con candor frente a Hitler y sus modos cuando éste ascendía al gobierno. Sólo basta con repasar los diarios de aquella época para poder comprobarlo. Son también ellos quienes en el siglo XIX arrasaron con el Paraguay de Solano López por desafiar al paradigma económico imperante con su pretensión de autonomía industrialista. Y son también quienes en nombre de la civilización occidental y cristiana avalaron el genocidio de 30 mil personas durante la dictadura cívico-militar comenzada el 24 de marzo de 1976 en la Argentina. No hace falta demasiada agudeza para poder darse cuenta de ello, tan sólo con observar los avisos fúnebres publicados en este diario luego de la muerte de Jorge Rafael Videla hace unos pocos días atrás, uno puede entender muchas cosas.

Esa última dictadura que La Nación supo defender tan bien efectivamente controló a la prensa, creó cientos de campos de concentración, quemó y prohibió libros, mandó a jóvenes a la muerte en una guerra innecesaria y hasta estuvo a punto de confrontar militarmente con pueblos hermanos. Cómo puede ser que ahora nos alerten sobre un nuevo 1933, sobre el autoritarismo, sobre el cercenamiento de “las libertades y la independencia de los tres poderes del Estado”, sobre la distorsión de “los valores esenciales de la República”, sobre los “enfrentamientos dentro de la sociedad” y la pérdida de la República, si fueron ellos quienes precisamente estimularon y apoyaron a la quienes aplicaron métodos nazis desde el poder estatal en la Argentina.

 Las razones detrás de esta sórdida editorial son dos. La primera surge como respuesta natural frente a la posición del diario con respecto a la nueva (?) Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Al saber que una etapa se está cerrando y que la Corte Suprema de Justicia pronto se expedirá sobre la cuestión, la familia Mitre intenta desesperadamente “alertar a la población” sobre el supuesto avallasamiento del gobierno nacional contra la ya tan gastada “libertad de prensa”. Asimismo, también supone una advertencia a los ministros de la Corte sobre lo que estarían avalando si es que osan ratificar la constitucionalidad de los artículos de la ley que todavía están en disputa. Es en este sentido que en nueve de los dieciséis párrafos que posee 1933 se hace mención al control estatal del nazismo sobre los medios de comunicación, en especial sobre la prensa escrita. La comparación no puede ser más miserable, recordemos que la Ley de Medios ni siquiera aborda a los medios gráficos.

La segunda razón oculta de 1933 la expone muy bien el senador nacional y ex Ministro de Educación, Daniel Filmus en la columna que publicó Página/12 el 4 de junio último, llamada ¿Qué haría usted para que no suceda un Auschwitz en Argentina? Allí, Filmus sostiene que “el objetivo central del editorial es confrontar a sus lectores con el siguiente dilema: ¿qué sería capaz de hacer usted para evitar el riesgo de que Argentina caiga en el nazismo? ¿Qué debiera hacer la sociedad argentina frente a un gobierno que “distorsiona los valores esenciales de la República” y puede llevarnos a repetir la peor experiencia de la historia de la humanidad?” Entonces, esta asimilación entre el actual gobierno argentino y el de Hitler “es hacer una apelación a ponerle fin por cualquier medio” al primero, sea por vía legal y electoral o por medios antidemocráticos y destituyentes. El senador concluye, no sin justa razón, que el objetivo principal de 1933 es “comenzar a introducir la idea de que todo accionar es válido si impide que una actualizada versión nativa de los nazis se apodere totalmente del poder en la Argentina.”

Ambas razones aquí expuestas se conjugan a la vez, esencialmente para que la familia Mitre, su clase y los valores que representan, tengan las excusas necesarias para poder seguir confrontando contra un gobierno constitucionalmente elegido y que pretende recortarles parte de su poderío cultural y económico. En su afán de mantener el poder que han conseguido a lo largo de décadas de negociados y a través del sometimiento de amplios sectores de la población, los intereses ocultos detrás de La Nación están dispuestos, cuanto menos, a incitar a la población a la contienda contra la actual “democracia de los votos”, parafraseando los dichos de actual dueño del diario aquí en cuestión.

Para que puedan seguir por décadas sin pagar las cifras millonarias que deben al Estado en concepto de impuestos atrasados, para que quede bien enterrado en el pasado y lejos de la mano de la justicia el apoderamiento de Papel Prensa, para que vuelvan a gobernar el país como en salvo raras excepciones siempre han hecho y para poder mantener intacto el poder corporativo sobre el cual se sustentan, es que necesitan difundir la mofa y la relativización berreta y altamente peligrosa de la democracia que 1933 representa.

viernes, 14 de junio de 2013

El día después

"El choque de trenes con tres muertos y muchos heridos es algo triste, te lastima de una forma que es necesario tiempo para que te deje de doler y puedas decir algo que aporte. No fue un buen día para twitter, para facebook ni para los blogs. Las redes sociales tienen una disponibilidad inmediata que hace que todo el mundo se vea tentado a decir lo primero que se le ocurre. Y cuando ocurre algo así, lo primero que se te ocurre no siempre es bueno, ni bello, ni inteligente."
 
Oscar Cuervo.

martes, 28 de mayo de 2013

La Dékada Ganada


“Vengo a proponerles un sueño: reconstruir nuestra propia identidad como pueblo y como Nación; vengo a proponerles un sueño que es la construcción de la verdad y la Justicia; vengo a proponerles un sueño que es el de volver a tener una Argentina con todos y para todos.
  Néstor Carlos Kirchner.

            Decía Carlitos (el bueno) en su célebre tango, que veinte años no eran nada. Qué diría de diez entonces, yo me pregunto. Es cierto que una década no es tiempo realmente significativo en la historia de los hombres, en la historia de la humanidad. Ahora bien, diez años para una Nación de pocos más de doscientos son algo. Son bastantes para marcar a fuego a una generación, o a varias. Alcanzan para ver transformaciones más o menos importantes en las personas y también en el conjunto de la sociedad, a veces para bien, otras para mal. Y si repasamos nuestra historia vemos que en ese periodo de tiempo el pueblo argentino tiende a cambiar substancialmente. O por lo menos cada diez años se acerca a ese cambio, que puede demorar un poquito más o un poquito menos, pero que llega. Diez años son suficientes para observar cómo se modifican las reglas de juego de la política, los actores sociales protagónicos, la correlación de fuerzas entre éstos, el contexto internacional, las costumbres y los hábitos de las personas, las prácticas instituciones públicas y privadas. Décadas infames, peronistas, procesistas, menemistas… ejemplos de décadas que signaron una etapa de nuestro país sobran. Y una de ellas es la acaba de llegar a su aniversario. La Dékada Ganada la llaman algunos.

Indiscutidamente la Argentina es muy diferente a aquella del 2003, aquella que existía antes de que Néstor Kirchner asumiera como Presidente de la Nación. Muchos nos alegramos por ese cambio, otros pocos, todo lo contrario. Pero dudo que los intelectualmente honestos sostengan que en esta última etapa no se han producido transformaciones sustanciales en nuestro país. Y también en nosotros mismos. El panorama ha cambiado verdaderamente, nuestros horizontes ya son otros y por más que aún queda muchísimo por hacer, corregir y batallar, hoy estamos situados en una posición infinitamente mejor a la de hace una década atrás desde todo punto de vista. La política ha transformado a la realidad, y la tarea no ha sido sencilla.

Cuando el sábado último, en el masivo acto en Plaza de Mayo en ocasión de los festejos por el 25 de mayo, caminaba por las calles y veredas porteñas abarrotadas de gente (de pueblo?), no pude evitar recordar cómo eran la realidad del país y de mí mismo diez años atrás y cuanto ambas se habían transformado. En ese momento se me vinieron a la mente todas aquellas medidas que se habían tomado, todos aquellos derechos conquistados y reivindicaciones producidas. El pago al FMI, los cuadros de los genocidas bajados, los convenios colectivos de trabajo, la AUH, la ley de medios, los 5 millones de puestos de trabajo, los fondos previsionales, los juicios por la memoria, la verdad y la justicia, el Futbol para todos, Aerolíneas, el matrimonio igualitario, YPF, el voto joven, la democratización judicial. La lista continúa y es enorme, pero los festejos duraron muchas horas así que tenía tiempo.

Parado, rodeado de cientos de miles de personas con pasados y presentes seguramente diferentes al mío pero tan o más argentinos como yo, continué reflexionando. Especialmente destaqué el nuevo rol que ha tomado el Estado en esta década kirchnerista. Esta me parece la clave para entender el cambio de época. Es el Estado el que ha cambiado de posición y ha permitido quebrar con el pasado neoliberal. No es ya el Estado represor y privatizador con el que me crie, sino un Estado benefactor, inclusor, si le cabe el mote, que se coloca del lado de los más necesitados, de los humildes y desprotegidos, que no es neutral a la hora de salir en su defensa, y que apuesta al desarrollo sostenido del país, siempre que se dé con inclusión social. Este es avance más grande que ha hecho nuestra sociedad y hay que valorarlo y defenderlo como tal.

La vida privada de las personas no ha sido ajena a las transformaciones en la esfera pública. Antes de que llegaran los gobiernos de Néstor y de Cristina el único futuro posible que los jóvenes y no tan jóvenes tenían era el aeropuerto de Barajas. Ahora, cuando veo en la televisión o leo en los diarios las noticias de Europa, caigo en la cuenta de cuanto ha cambiado la cosa realmente. El destino de nuestro país aún no ha sido escrito, pero hoy tenemos las esperanzas que antes no teníamos. Esperanzas de ver a nuestra nación progresar y de que entre todos aportemos al desarrollo del país. La esperanza de alcanzar la igualdad plena. Estudiar, trabajar, vivir una vida normal, todo aquello que parece tan común y ordinario era lo que estaba impedido en otros tiempos y con otros proyectos políticos. Por lo menos para la mayoría de la población. Todo lo sombrío y desolador que era el futuro en los noventa y a comienzos del siglo es ahora esperanzador y vibrante. No sabemos lo que vendrá, pero sabemos que si entre todos defendemos lo hasta ahora conquistado y luchamos por un mañana mejor, lo más factible es que este tarde o temprano llegue.

Para que la alegría del pueblo que estaba en la Plaza reunido no se termine (y también la de los que no fueron), habrá que esforzarse como nunca. Aquellos que estábamos allí festejando, celebrando la Patria, la democracia y las conquistas de este Proyecto Nacional y Popular sabemos que la tarea estará inconclusa mientras quede un sólo argentino que no tenga una vida digna y feliz en el suelo de esta Patria. Sólo falta que todos los demás también lo comprendan. Porque ya sabemos que no es viable un país con excluidos permanentes como proponían desde el poder tiempo atrás. Como todavía insisten las corporaciones y los “profetas del odio” actuales. Para que nadie nos arrebate la alegría, el amor, las conquistas y reformas obtenidas, para no depender de una sola persona, para no volver atrás en el tiempo, el Pueblo debe arremangarse y estar dispuesto a lo que sea necesario. Él es el garante y heredero del proyecto de país que se ha planteado en estos diez años, y esa es su responsabilidad. Y el Pueblo, en definitiva, somos todos y todas. Recordémoslo más a menudo.

jueves, 2 de mayo de 2013

Democratizar es la tarea


Apuntes sobre la democratización judicial
 
"Hacete amigo del Juez
-No le dés de qué quejarse;-
Y cuando quiera enojarse
Vos te debés encojer,
Pues siempre es güeno tener
Palenque ande ir a rascarse".
La vuelta del Martín Fierro.
 
Cuando en 1879, José Hernández escribió este verso estaba denunciando una práctica tan argentina y tan vigente en ese momento como en cualquier otro de la historia de nuestro país. Siempre fue una costumbre demasiado arraigada en algunos esa la de ser amigos del Poder Judicial, un hábito de unos pocos que saben de antemano que la mano de la justicia los va a beneficiar en caso de necesitar de su socorro. Esa corrupción e injusticia de las que no se asustaba el Viejo Vizcacha se reflejan todavía hoy en la realidad del funcionamiento judicial. Lamentablemente, el trasfondo que existe en los versos del V. Vizcacha goza de una potente actualidad y es por ello que se hace necesario transparentar y democratizar el funcionamiento de nuestro sistema judicial.
Para poder entender desde donde partimos y hacia donde debemos ir, pasemos una breve revista sobre el accionar del Poder Judicial en nuestra historia reciente. En primer lugar, la última dictadura cívico-militar afianzó en el interior de la justicia a sus sectores más reaccionarios, a aquellos vinculados al capital aliado al imperialismo. Esos mismos que propiciaron el golpe y se llenaron los bolsillos con el genocidio. Los militares no confrontaron con la corporación judicial ni intentaron restringir sus márgenes de acción, sino que se apoyaron en ella para llevar adelante sus planes de exterminio, su política y su economía.
Alfonsín dejó a la justicia intacta tal cual la había heredado de la dictadura. El Poder Judicial de la joven democracia fue una parodia de sí misma. Una tibia declaración de buenas intenciones que quedó solo en eso, barrida por la mano de una impunidad amparada por el poder político. Punto final a ello.
 Como todo en la administración de Menem, la justicia estaba embebida en la corrupción y en glamour de una época olvidable. La mayoría automática de la Corte de Nazareno, los indultos, los jueces de servilleta. Nazis confesos como Rodolfo Barra en el máximo tribunal que luego llegó a ser Ministro de Justicia. No había ninguna cautelar que protegiera al pueblo mientras lo saqueaban desde adentro y desde afuera. Me pregunto hacia a dónde miraba la justicia cuando estallaban fábricas o se ardía en Pinamar, cuando otros daban paseos en Ferrari o vacacionaban en Miami. En resumen, el lujo vulgar de unos pocos y los excesos inconfundibles del noventismo en coctelera con los estrados judiciales.
El gobierno trágico de De la Rúa como en tantos otros aspectos continuó y en ocasiones profundizó los métodos del menemato. Siempre con la cara de la honestidad, de la lucha contra la corrupción. El 13%, la Banelco, el corralito, todo el mismo carnaval de los `90 que todavía existía hasta que ese modelo de país no se sostuvo más.
Como vemos, los vicios y excesos de todo tipo que viene arrastrando nuestro Poder Judicial desde hace tanto tiempo imponen la impostergable necesidad institucional de transformarlo. Si pensamos en un plan para transformar la justicia debemos saber que éste tiene que ser integral y debe apuntar a múltiples objetivos. Desde la forma hasta el contenido. Un proyecto tan ambicioso como el que debe encararse supone aceptar que una democracia real no entra todavía en los marcos institucionales actuales. Hay que ensancharlos, superar lo estrecho de sus límites para poder avanzar por lo que falta. Reformar significativamente un poder del Estado no es tarea sencilla, ni se logra con seis nuevas leyes, pero las modificaciones a la justicia que propone el Ejecutivo se enfilan en ese sentido. Es un comienzo auspiciante, de aquellos a los que nos hemos acostumbrados en estos diez años, pero debe ser simplemente la primera etapa en un largo proceso de construcción y consolidación de un nuevo Poder Judicial. Caso contrario ninguna de democratización será posible.
A continuación, un resumen de los proyectos de ley que propone el oficialismo para instrumentar esta democratización judicial:
La ley de reforma del Consejo de la Magistratura. Determina la elección por voto popular de los integrantes del Consejo de la Magistratura, cuando se realicen las PASO (Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias). Establece la posibilidad de que sean consejeros académicos y profesionales de distintas disciplinas y ciencias, no solo abogados, con los mismos requisitos para ser diputado. Amplía de 13 a 19 los miembros del Consejo. Crea los concursos previos por “materia y por nivel” para la ocupación inmediata de las vacantes que se produzcan.
La ley de Ingreso Democrático al Poder Judicial, al ministerio Público Fiscal y a la Defensa. Establece la realización de exámenes de ingresos previos y, de aprobarse los mismos, los aspirantes serán incluidos en una nómina de ingresantes para participar de un sorteo anual por la Lotería Nacional para el ingreso como empleado del poder judicial. Los puestos de secretarios y prosecretarios también serán cubiertos por exámenes.
La ley de publicidad de los actos del Poder Judicial. Dispone la publicidad obligatoria por Internet de todas las causas en los distintos tribunales del país. Crea un registro público de causas. Es extensivo a la Corte y las distintas Cámaras.
La ley de Publicidad y de Acceso a las Declaraciones Juradas de los tres Poderes del Estado. Las declaraciones juradas de los funcionarios de los tres Poderes del Estado serán de carácter público y de libre accesibilidad por internet.
La ley de Creación de las Cámaras de Casación. Crea tres nuevas cámaras de Casación: la Federal en lo Contencioso Administrativo; del Trabajo y la Seguridad Social, y la Civil y Comercial, que se suman a la ya existente de Casación Penal.
La ley de Regulación de las Medidas Cautelares contra el Estado y los Entes Descentralizados. Las medidas cautelares contra el Estado deberán estar referidas a situaciones en las que se pone en riesgo la vida o la libertad de las personas, pero no en caso de índole comercial. La medida cautelar no puede superar los seis meses como plazo razonable. Se asegura el derecho del Estado a ser oído. Se suspenderá la medida cautelar dictada si es apelada por el Estado.
 
De entre todos los proyectos enviados por el Ejecutivo el que más enfureció al contingente opositor fue el referido a la modificación del Consejo de la Magistratura. Quizás, este proyecto sea el más interesante de los seis para profundizar. En sintonía con una república en donde la sociedad no tiene casi ninguna injerencia en el Poder Judicial, los integrantes del Consejo de la Magistratura son elegidos por el voto de no más de 20 o 25 mil abogados y jueces. Para cambiar esa estructura tan corporativa, el Poder Ejecutivo propuso que quienes aspiran a ingresar al Consejo de la Magistratura sean elegidos por el voto popular.
Los principales argumentos para sostener la oposición a esta democratización del Consejo de la Magistratura son tres: que el ámbito de la justicia requiere un conocimiento técnico que el ciudadano común no tiene, que de esa manera se politiza el Poder Judicial, y que así se equipara la mayoría nacional electoral con la mayoría en la gestión del Poder Judicial, lo cual llevaría a que el Poder Judicial pierda independencia frente a los otros poderes.
Al contrario de lo que sostiene la oposición, la elección popular de los integrantes del Consejo de la Magistratura no politiza algo que ya está claramente politizado, sino que democratiza esa politización. Disminuirían así las roscas políticas entre abogados y entre jueces que son mucho menos democráticas que las expresiones del voto popular. Todas las elecciones en los Colegios de Abogados y entre los jueces tienen una fuerte connotación con la política nacional y sin embargo abogados y jueces prefieren mantener la hipocresía de que se trata de un Poder Judicial aislado de la política. En todo caso, el poder que defienden es independiente de la política que respaldan las mayorías, pero absolutamente atravesado por las políticas de roscas y minorías. Entonces no están defendiendo un Poder Judicial aséptico, sino que están defendiendo un Poder Judicial de rosca política pequeña. Están defendiendo prebendas corporativas, que son opuestas a las prácticas democráticas.
En resumen, por más que la derecha vocifere consignas como “avasallan la Justicia”, “afectan su independencia”, “destruyen la República”, ya sea tanto en el congreso como en la esquina de Santa Fe y Callao, la realidad es que la corporación judicial y sus aliados están siendo enfrentados por la hegemonía de sus intereses por primera vez en muchas décadas. Era hora que eso pase. Desde el 2003 lo que ha estado en juego es un proyecto de reconstrucción nacional. Y en este contexto asistimos todos a una oportunidad histórica. La de situar al Derecho del lado de los más débiles, de que esté del lado del pueblo. No debemos desperdiciarla. Nosotros tenemos derecho a otra justicia, una verdaderamente justa y asequible, sin que importe nuestra procedencia o nuestras riquezas personales. Estas propuestas del Ejecutivo por democratizar la justicia, por crear una justicia legítima, amigan al Poder Judicial con la sociedad, lo mejora y, al hacerlo, mejora también a la República. En definitiva, nos mejora a nosotros mismos.

miércoles, 1 de mayo de 2013

Nuestro Día


Luego de décadas de violaciones al sector obrero, el retroceso de los trabajadores llegó a su fin el 25 de Mayo de 2003. Ese día, Néstor Kirchner rompió con el modelo neoliberal iniciado en 1976 y profundizado en los 90’, instalando un paradigma laboral que tiende a la recuperación de los derechos robados a la clase obrera, y promoviendo un modelo económico distribucionista, industrialista, soberano y que privilegia el mercado interno y la inclusión social.

Algunas de las políticas implementadas para cumplir con los derechos laborales, contribuir con la distribución del ingreso y consolidar la equidad social, han sido la implementación de las negociaciones colectivas entre trabajadores y empleadores, la prohibición del trabajo infantil, la protección del trabajo adolescente, la estatización de los fondos de las A.F.J.P., y la Asignación Universal por Hijo.

En este Día del Trabajador recordemos que las políticas de empleo implementadas en esta década ganada han logrado que la desocupación disminuya a un ritmo sin precedentes, creando más de 5 millones de puestos de trabajo y llegando actualmente a índices cercanos al pleno empleo, dignificando así a todos los trabajadores argentinos.
 
!Feliz Día, Trabajadores!