sábado, 13 de abril de 2013

Aguas turbias


            La tormenta trajo la lluvia. La lluvia las inundaciones. Las inundaciones el desastre y la muerte. Los eventos de la semana pasada en Capital Federal y La Plata dejaron la desolación mezclada con barro y mierda en ciudades ricas de nuestro país. Aquello que sólo podía ocurrir allá, en el norte, en el medio de la nada, como la inundación de Tartagal, tocaba ahora a la puerta. La Santa Fe de hace una década debió haber servido de aviso, muestra de que hasta a los más grandes a veces le llega su peor hora. Pero no fue así. La arrogancia de las ciudades es en ocasiones demasiado grande.

            Tras la tragedia afloró sí el Estado. No voy a poner en tela de juicio en este momento los pormenores de cada caso y de cada jurisdicción en particular, no esa la intención de este escrito, pero sin duda el accionar estatal intentó estar a la altura de sus responsabilidades y se puso una mochila hombro que bien le cabía. Las primeras horas fueron de zozobra, difícilmente pudieran ser diferentes en un país como el nuestro, donde hasta hace poco el achicamiento del Estado era la ley imperante. Entre Jefes de Gobierno e Intendentes de viaje y con responsabilidades municipales, provinciales y nacionales compartidas la reconstrucción se puso en marcha.

            La solidaridad del pueblo argentino es uno de los puntos destacables de estas jornadas. Como tantas otras veces, los argentinos dieron muestras de cariño, comprensión y acompañamiento a sus hermanos menos afortunados. La solidaridad, por más que le pese al mercado, es uno de los valores característicos de nuestro pueblo. Aquello que se enseña a los más pequeños en todas las escuelas, a compartir con sus compañeros, perdura durante toda la vida de un argentino tipo. Y suelen ser los que menos tienen quienes justamente más entienden y más colaboran con el otro, será porque conocen qué es estar en sus zapatos, será porque es la única forma de supervivencia que tenemos en estos páramos tan castigados y a la vez tan alejados de los centros del mundo.

            La militancia política y social también dio el presente. ¿Cómo podría ser política y no ser social a la vez? Quizás peque de redundante. Desde las agrupaciones kirchneristas como La Cámpora, el Movimiento Evita, la JP, Kolina, entre otras, hasta organizaciones no gubernamentales como la Cruz Roja, Cascos Blancos, Médicos Sin Fronteras, Boy Scouts y Cáritas y por qué no, grupúsculos de juventudes radicales, socialistas, del Pro, aunque en mucho menor medida, claro, todas ellas continúan trabajando para la recuperación de lo perdido.

            Apostado especialmente en el centro de la tragedia, es decir, en la ciudad de La Plata donde los fallecidos superan los cincuenta, el colectivo Unidos y Organizados tuvo su bautismo de fuego. Ya había trabajado durante los destrozos de la gran tormenta (tornado incluido), otra desgracia que también nos tocó de cerca, y en otras inundaciones como la de Tandil, ambas del año pasado. Pero la magnitud del trabajo militante de estos días no tiene precedentes. Los números de personas involucradas en esta tarea superan ampliamente a épocas pasadas, como los de aquel Operativo Dorrego surgido tras las inundaciones en el interior de la provincia de Buenos Aires durante el `73. Es que en las calles de La Plata y en el edificio de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP, centro organizativo de todo el trabajo, los jóvenes se cuentan de a miles.

            De cara a toda la sociedad, medios de comunicación mediante, Unidos y Organizados pudo y puede demostrar la razón de su existencia. La coordinación del trabajo de todos estos sectores, a veces tan disímiles, se hace fundamental en estas ocasiones si es que se quiere dar la mejor respuesta a los más necesitados en el menor tiempo posible. El mandato de Presidencia no era otro. Precisamente en estas ocasiones es en donde se revela la verdadera función de aquel militante político tantas veces denostado e incomprendido. Su deber natural es el de velar por los demás, pero así mismo, esta preocupación innata frente a aquel que sufre debe articularse con todos los resortes del Estado, para no caer de otra manera en el mero asistencialismo o peor aún, en el funcionarato vacío. Un Estado participativo, que aliente la inclusión social, más allá de su convalidación electoral, necesita para sostenerse el compromiso activo de la misma sociedad para la que trabaja y de la cual proviene. El legislador y dirigente de La Cámpora, Juan Cabandié refleja esta realidad cuando afirma lo siguiente en relación a los trabajos de La Plata y de Barrio Mitre: “(…) sin militancia no hay Estado capaz de poder resolver de forma urgente las necesidades de la gente. Sin militancia y sin voluntarios se hubiera tardado meses, hubiera sido imposible llegar tan rápido como se llegó”.

            Y en medio de tanta muerte y tragedia, en medio de tanta solidaridad y trabajo militante reaparecen los viejos fantasmas de los medios hegemónicos a montarse en una nueva operación. No era el momento ni el lugar, ‘no daba’ como se suele decir, pero aun así lo hicieron. Usando de ariete una pequeña discusión entre un periodista de la Televisión Pública y un referente político de UyO, se comenzó nuevamente una campaña de algunos poderosos para marcarles la cancha a estos jóvenes comprometidos. No van a tolerar su trabajo político-social, eso ya lo dejaron bien en claro.

            En esas primeras horas, su argumento se basaba en la crítica a los supuestamente comprometidos jóvenes, pero que a la hora de la necesidad no aparecían en ningún lado. Funcionarios o aspirantes a serlo, adictos al poder o idiotas adoctrinados, sólo eso pueden ser entonces. Pero cuando la realidad, la única verdad como diría el General, les abofetea la cara, deben pegar un volantazo editorial y atacarlos por otros costados. Surge así la necesidad de criticar a la militancia por ser justamente militancia. ¿Por qué deben ser solidarios con pecheras que identifique su organización? La respuesta se cae de maduro (Larroque no pudo ser más claro) por lo tanto no es eso lo que realmente importa. Lo que debe destacarse sí, es el miedo que a algunos les genera el ver actores sociales con tal grado de organización, capaces no solamente de trabajar frente a necesidades concretas y urgentes, sino también a disputar el poder que hoy todavía yace en manos de grandes corporaciones. Es esa preocupación lo que los delata, el nerviosismo de saber que sus privilegios están y continuarán estando en franca disputa. Su discurso anti-estatal y apolítico desgraciadamente todavía hace mella en muchos compatriotas, no obstante los vecinos necesitados abren sus brazos a la poca o mucha ayuda que estas organizaciones pueden brindarles, eso es lo que al final del día importa. Tal vez lo que quedará de esta catástrofe para algunos obtusos será la politización de la solidaridad, para otros tantos más honestos será el destacadísimo rol de los militantes K a la hora de ayudar al prójimo. El tiempo dirá cual versión se impone sobre la otra. Mucho del futuro de nuestro país se nos revelaría si ya tuviéramos la respuesta.

            Como las corporaciones no se agotan en aquellos que siendo dueños de los medios de producción de la opinión pública (opinión publicada) trafican con la información, la hacen y deshacen a su antojo según sus propios intereses económicos y sectoriales, surgen también en estos días las viejas (?) prácticas sindicales. El salvaje ataque a los militantes de La Cámpora por parte de sindicalistas de la Uocra, seccional La Plata, nos trae a la memoria algunos de los peores recuerdos de nuestra historia. La razón detrás de las agresiones sufridas por hombres y mujeres de esta organización no difiere en nada de lo mencionado en el párrafo anterior. Todavía hay quienes se creen dueños de los barrios, punteros barriales de todos los signos políticos y de todos los colores, que creyéndose patrones de estancia pretenden impedir que llegue la ayuda a los necesitados si es que no son ellos quienes la proveen. La mezquindad puesta al servicio de la defensa y consolidación de un poder territorial espurio.

Cuando el “Pata” Medina, principal sindicado como responsable de estos ataques, abre la boca para defenderse sus palabras lo hunden más y más. Tristemente célebre por otra arremetida sindical, como la de hace unos años cuando llevaban los restos del Gral. Perón a la quinta de Gaspar Campos, Medina es un fiel arquetipo de un dirigente sindical criado bajo la luz de la derecha peronista de los `70 y madurado ya en pleno menemato noventista. La intimidación y la violencia son sus herramientas de trabajo, los aprietes sus modales, su profesión vivir del trabajo ajeno. Sus intereses se alinean hoy con los de los grupos concentrados de medios, he ahí la razón de la protección y cobijo que éstos le ofrecen al enmarcar a las golpizas propiciadas por sus hijos y seguidores a jóvenes militantes como meros “enfrentamientos”. Triste palabra. Ya estos mismos medios la usaban para referirse a los llanos fusilamientos a quienes resistieron las dictaduras cívico-militares en la Argentina.

            Es entonces cuando uno descubre que si bien las inundaciones son pasajeras, hay aguas que siempre bajan turbias. Estas corporaciones son las dueñas fácticas de gran parte del Poder en la Argentina y su estirpe las lleva inexorablemente a la sindicalización. Del mismo modo como las organizaciones militantes aúnan sus esfuerzos frente a una tragedia, cruzando datos y llevando a cabo acciones conjuntas, las corporaciones también saben cómo unirse para luchar contra un enemigo en común. El objetivo de muchos peces gordos hoy se ha alineado y es el de hacer caer al Gobierno Nacional lo más pronto posible, o por lo menos forzarlo a que cambie de rumbo en sus políticas democratizadoras. Mediática, sindical, empresarial, judicial, no importa qué corporación ni qué porción de intereses de los más poderosos esté en disputa, su unión es instantánea y muchas veces se da manera inconsciente, incluso para ellos mismos.

            Frente a una desgracia como la sucedida en La Plata (donde increíblemente todavía no se ponen de acuerdo para establecer cuantas víctimas fatales realmente hubo) y en menor medida en la C.A.B.A, , y de cara a un panorama tan exigente como el que sin duda aparece si se quiere seguir combatiendo a las corporaciones, lo único que puede hacer quien acompañe al proyecto nacional es seguir estando cerca de los más necesitados, continuar con el trabajo mancomunado entre quienes son iguales y diferentes a la vez, y seguir avanzando en el desenmascaramiento de aquellos que pretenden continuar viviendo en una colonia en la que sólo unos pocos alcanzan la felicidad.


martes, 2 de abril de 2013

Fueron, son y serán


El 2 de abril de 1982 el gobierno de facto inició la invasión de las Islas Malvinas en un intento desesperado por mantenerse en el poder. Más allá de los errores y horrores cometidos por la última dictadura cívico-militar, el reclamo por la soberanía de nuestras Islas es inclaudicable.

 Hace ya 180 años que el Reino Unido invadió parte de nuestro territorio, pero el deseo del pueblo argentino de que las Malvinas dejen de ser una colonia británica y sean reconocidas como tierra argentina será eterno.

Desde la paz, nuestra Presidenta Cristina Fernández de Kirchner reafirma constantemente su intención de dialogar con el Reino Unido para defender nuestra soberanía sobre las Islas. Un reclamo y una bandera que ha dejado de ser solamente de los argentinos para transformarse en una causa de los americanos, de América Latina del Sur y en una causa global.