Me levanté temprano
como cualquier otro día. Después de escuchar las noticias en la radio mientras
desayunaba salí para ir a tomar el colectivo, tarde como de costumbre. Cuando
estaba caminando las pocas cuadras de distancia que existen entre mi casa y la
parada me vino la Pregunta. Todavía
no sé muy bien por qué, en ese día, en ese horario. Quizás haya sido por algo
que se dijo en la radio. Quizás por un cúmulo de otras cosas. Lo que se me
presentó esa fría mañana fue una pregunta a la que no pude darle respuesta: ¿Cuándo
había empezado?
¿Había sido después del
voto no positivo de Cobos? ¿O tal vez a partir de la resolución 125? Yéndonos
más lejos podríamos llegar hasta la valija de Antonini Wilson, si es que no nos
queremos remontar hasta la presidencia de Kirchner. Pero en algún momento había
empezado. No sabía cuándo. No sé cuándo. Pero sí sé que para haber adquirido
las dimensiones actuales, tuvo que haberse iniciado en algún momento. Quisiera
saberlo. ¿Cuándo fue el momento exacto
en el que la interpretación de la realidad quedó dividida entre kirchneristas y
antikirchneristas?
No se me malinterprete.
No estoy comiéndome la galletita del “país divido” que tanto agitan los
opositores de profesiones varias (políticos, periodistas, operadores, etc.).
Estoy hablando sobre cuándo Todo
empezó a leerse en clave
kirchnerismo/antikirchnerismo. Es este antagonismo el que se ve a diario
especialmente en los medios de comunicación, que es adonde más apuntarán estas
líneas. Tampoco vale equivocarse y pensar que desde el primero al último de los
argentinos piensa bajo esta lógica, no lo creo, no todo gira alrededor de la
política. Pero sí es la disputa actual por el poder real, es la disputa por un
relato histórico argentino, por un relato
de la propia identidad y de la cosmovisión de la realidad circundante. No
me estoy quejando (aunque admito que a veces cansa) porque tengo en claro qué
pasaba antes de que surja este enfrentamiento de lecturas y qué pasaría si se
pierde.
A primera vista se
podría decir que hoy se discute por todo, desde las bicicendas, pasando por las
antenas de la TDA o por la limpieza del riachuelo. Cualquiera que haya estado
en este país durante los ´90 sabe que es así, antes había silencio. O más bien,
gritos silenciosos. Pero creo que en realidad no se discute tanto como pareciera. La política argentina sí tiende
a girar alrededor del kirchnerismo/antikirchnerismo bobo. Los primeros porque
estamos orgullosos de esta década ganada y confiamos que este es el único rumbo
posible para sostener, consolidar y ampliar la calidad de vida del pueblo. Los
segundos, ya sean de derecha o izquierda, porque al no tener argumentos
demasiados sólidos para oponerse son conducidos por un Grupo empresario que se resigna a perder sus privilegios ilegales.
A este Grupo ya no
importa la veracidad en los argumentos (más lejos aún quedó la objetividad
periodística, si tal cosa puede existir). A los políticos opositores tampoco.
En una perversa simbiosis, el Grupo
y sus aliados comunicacionales actúan como fuente
única y permanente de argumentos
para la política opositora contra todo planteo gubernamental que salga de
Casa Rosada. La alimentan de sinrazones para estar en contra. A cambio de esta
provisión diaria, estos partidos políticos tienen que defender al Grupo contra
la Ley de Medios, colaborar con los demás negocios que éste tiene, oponerse
sistemáticamente a cuanta propuesta haga el gobierno nacional, obedecer las
estrategias político-electorales trazadas desde el interior del mismo Grupo, y
resistir sus aprietes cuando alguno hoza actuar con algún sesgo de
independencia, como se vio durante el tratamiento parlamentario de la cuestión
YPF.
Veamos el
funcionamiento de esta alianza y su relación con la interpretación de la
realidad con tres casos bien disímiles en cuanto a su importancia institucional:
1º) Ni bien se
conocieron los términos del acuerdo con
Irán para la creación de una comisión
investigadora sobre atentado a la Amia, Clarín y La Nación comenzaron a
tejer una espectacular red de especulaciones engañosas sobre los supuestos “verdaderos”
intereses del gobierno nacional. Se trataba de un tratado no para esclarecer el
mayor atentado sufrido en nuestro país, sino para subrepticiamente fabricar
armas nucleares y además, de paso, exportar mayores cantidades de productos
agrícolas a la antigua Persia. El pobre y chicanero debate en comisiones y en
el recinto de ambas cámaras era altamente esperable, los medios opositores esta
vez no prepararon una buena estrategia porque apostaron a forzar demasiado la
realidad antikirchnerista.
En este triste episodio
se destacó también el cambio de posiciones de ambas asociaciones judías, la Amia y la Daia, que en un primer momento apoyaron el acuerdo conjuntamente
con las agrupaciones más representativas de los familiares de las víctimas,
para luego echarse para atrás con el escalofriante argumento de un posible tercer atentado. Qué parte de esta
retractación tiene que ver con la posición de Israel con el acuerdo
Argentina-Irán, y qué parte con la alianza que ambas asociaciones tienen con el
partido de Mauricio Macri sigue en duda.
Asimismo, el
soslayamiento que los medios opositores les procuraron a los familiares que
están a favor del acuerdo, es decir, a favor de la posibilidad de poder
realizar las indagatorias a los acusados y así continuar con el juicio oral,
fue deplorable. Se focalizaron, en cambio, en una agrupación de muy dudosa
representatividad para darle legitimidad a su posición, paseando a su virulenta
cabeza por cuanto estudio televisivo o micrófono abierto existiera y exponiéndola
como si fuera la única representante válida de las víctimas.
2º) El primer
aniversario de la tragedia de Once
estaba colmado de expectativas para el amplio espectro antikirchnerista. Desde todos los
rincones de la política vernácula le intentaron imprimir un sentido político
netamente opositor a los reclamos específicos de los familiares de las víctimas
de esta tragedia. El acto en Plaza de Mayo que se había organizado en su
conmemoración resultó, en cambio, un nuevo fracaso. No lograron transformarlo
en un #22F pese a sus mayores
intentos.
Este
fracaso se dio a pesar de la fuerte y explícita intervención de medios y
políticos opositores, que organizaron la convocatoria, condujeron el encuentro,
unificaron carteles y editorializaron el acto. Lo más lamentable fue ver el incómodo lugar en el que dejaron a los familiares de las víctimas al intentar
darles letra de una manera demasiado burda.
Si
podemos encontrar una sola causa para que haya ocurrido aquella tragedia es la
de un sistema neoliberal de concesiones privadas que destruyó a los
ferrocarriles por dentro como un cáncer terminal. Primero, bajo el amparo y la
complicidad del Estado, luego bajo su indiferencia, su timidez y su corrupción.
Pero es justamente este modelo económico-social que produjo la tragedia al que
quieren volver tan desesperadamente los mismos que ahora la acaparan como
bandera contra el kirchnerismo, mientras intentan cooptar el legítimo reclamo
de las víctimas.
Sus
caretas son pasajeras y muy diversas, a diferencia de sus intenciones, no necesitan
de coherencia histórica en sus discursos y ya conocemos el oportunismo que los
caracteriza. Y mientras el Estado Nacional empieza a llevar adelante una
política de revalorización del sistema ferroviario nunca antes vista y subsidia
fuertemente al transporte público, la oposición y sus medios afines lo ignoran
olímpicamente y prefieren dedicarse a forzar ideológicamente a la tragedia de
Once para utilizarla con fines electorales.
En
su dimensión opositora, el #22F fue un fracaso en convocatoria además de su
bajo impacto en la opinión pública y no logró utilizar eficazmente el reclamo
de las víctimas, sino que lo opacó y obturó en aquellas demandas que sí son
legítimas.
3º)
El último ejemplo en donde se percibe claramente esta división de la realidad,
más bien la diferencia entre lo real y lo deseable-realizable, es el hecho
policial/mediático del momento: el caso
Rodas. Más allá de la tragedia que implica el hecho, especialmente para la
familia del fallecido, es en este episodio donde se ve en acción al armamento mediático más importante del
antikirchnerismo.
Al ser Pablo
García hijo de uno de los periodistas más prestigiosos del país, el cual
comparte muchas ideas con el gobierno nacional, es inmediatamente fusilado en la “cadena” de los medios opositores. No
es que les importe la familia Rodas, accidentes viales lamentablemente ocurren
todo el tiempo y nunca son tratados como este lo ha sido. Es que es el Hijo de
Alguien. El Hijo de un K. Eso ya
sólo les da motivos suficientes para planificar su crucifixión mediática. No es
que les interese mucho Pablo García, sólo interesa en tanto hijo de. Y estoy
seguro que tampoco les preocupa Eduardo Aliverti, su padre, sino que lo que los perturba son las
ideas de éste y de quienes las comparten con él. A ellos apuntan de manera velada
cuando intentan carnear en plaza pública a Pablo García.
Ya sea un tratado
internacional, el aniversario de una tragedia o un accidente automovilístico, todo cae en la lógica k-anti k. Los que están de un lado apuntalan el poder de los
votos que han conseguido luego de diez años de gestión, los del otro cierran
filas en una política de desgaste constante. Es que el prisma con el que se ve
a la Argentina se ha partido en dos y ahora se pelea por intentar romperle su
parte al de enfrente.
Creo que el tamaño en
las diferentes percepciones de lo real está llegando a sus extremos. Es poco
probable que se pueda prolongar mucho más en el tiempo. La ridiculez y la
mentira son como peregrinas sin una gota de agua en un cálido desierto. Tarde o
temprano se desploman rendidas en las arenas de la historia. Algún día, cada vez
más próximo, quienes han operado con el bisturí del engaño y la farsa perderán
totalmente la credibilidad de la que se han servido durante muchos años. Ese
día brindaremos riendo porque todos sabrán que Tinelli no dejó el Trece por
las presiones constantes de Cristina Fernández.