Apuntes sobre el 8N y el 7D
Al escribir estas líneas caigo en la
cuenta de que faltan menos de dos semanas para el 7D. Esa es la fecha tope que
estipuló la Corte Suprema de Justicia para el vencimiento de la cautelar sobre
el artículo 161 de la ley de medios.
El tan famoso artículo de la “desinversión”. Ese día el monopolio Clarín tendrá que ajustarse a derecho como todo hijo de
vecino y comenzar a cumplir con las leyes de la democracia.
Por
supuesto que no es sencillo. No lo ha sido en estos más de tres años de sancionada
la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. La lucha que ha librado el monopolio,
que se resiste a acatar los designios de las mayorías, fue, y seguramente seguirá
siendo, encarnizada y violenta. Al Grupo Clarín no le interesa ya la diferencia
entre la verdad y la mentira, entre lo legal y lo ilegal, entre lo democrático y
lo antidemocrático. Lo único que le interesa es mantener a toda costa el
poder que ha conseguido acumular desde la última dictadura cívico-militar.
Para
muestra sobra un botón. El interminable sendero de tribunales, jueces y
abogados del que ha hecho uso y abuso el Grupo nos da un ejemplo de que los sectores
dominantes están dispuestos a defender sus posiciones
dominantes a como dé lugar. Sabido es que el Poder Judicial de nuestro país lejos está de ser independiente,
justo, equitativo. La Justicia argentina más que ser ciega, mira para el otro
lado. El Poder estatal más atrasado, más reaccionario, más oligárquico, nos
hiere hoy con sus fallos y tramoyas, vericuetos y maniobras, como rémora de un
pasado oscuro. Lamentablemente nuestro sistema judicial históricamente se ha
erguido para mantener las posiciones de privilegio de unos pocos, y es esta tradición
la que se palpa cuando nos enteramos sobre los escandalosos fallos, medidas
cautelares, sorteos entre jueces jubilados, tours judiciales a Miami, magistrados
designados en la dictadura, etc. Todos ellos recursos que con asiduidad esgrime
el Grupo Clarín.
Fue
Néstor Kirchner quien tuvo la
lucidez y la fortaleza para advertir esto y traernos un poco de esperanza en la
justicia argentina. Él acabó con la vergüenza del menemato y conformó una nueva
Corte Suprema para que esté a tono con esta nueva realidad, con el proyecto
de un país más justo, igualitario y democrático. A los que preferían una nueva
Corte adicta, Néstor les supo cerrar la boca y confió en la verdadera institucionalidad
de país y en el espíritu de la división de los poderes del Estado. Es justamente
esta Corte Suprema la que ojalá esté a la altura de las circunstancias y no sea
independiente en la lucha entre los monopolios hegemónicos y la democracia.
Esta Corte hoy deberá estar del lado pueblo argentino si no quiere permanecer
en la historia como un capítulo negro más.
La
posibilidad del per saltum sancionado
recientemente representa virtualmente un cercano fin a la ya larga disputa
judicial. La pelota pronto estará del lado de la Corte, y es ella quien
definirá la cuestión de fondo: la inconstitucionalidad o no de la ley de
medios. El Grupo ha creído hasta hoy estar por
encima de toda ley y control estatal. Por mucho tiempo ha sabido también manejar
a su antojo a la justicia y a quienes la ejercen, y no está dispuesto a perder
estas costumbres. Pero la hora ha llegado. Es el pueblo con todas con sus instituciones
y toda su legalidad quien le pondrá el cascabel a este gato.
Es
interesante destacar la posición mediática-comunicativa que ha adoptado Clarín en
esta altura del conflicto. Irrisoriamente pareciera haberse puesto en el lugar
de víctima ante el avance del “gobierno”
sobre la libertad de expresión. Esta
ridícula posición es la que despilfarra a todas horas y en toda guarida que
pertenezca al Grupo. Inteligentemente ha sabido fundir esta posición con la
serie de “demandas” de cierto sector de clase
madia alta y alta de los conglomerados urbanos más importantes, que
descontento con la década kirchnerista y
con la escasa oposición política de relevancia, sale a las calles a gritar cual
gorila de circo enjaulado.
El
8N fue el resultado del accionar del
soporte mediático más grande que
haya sabido conocer nuestro país, más un puñado de dirigentes políticos y sindicales que actuando como mercenarios oportunistas
buscan anclar la ignorancia y exacerbar los odios, celos, egoísmos, prejuicios
y resentimientos de los sectores antes citados. Las mentiras que han sabido
circular en este nuevo cacerolazo fueron varias, entre las que se destacan la falta
de libertad de expresión, la imposibilidad de salir del país y de comprar dólares
libremente, las trabas a las importaciones y la persecución tributaria a los
detractores del gobierno nacional. Más allá de las falacias de cada uno de estos
argumentos, lo que quedó en claro aquella noche de noviembre fue la violencia y el odio de clase que poseen algunos sectores en la argentina. No han
sabido construir una alternativa política al modelo planteado por el
kirchnerismo y frente al avance de las mayorías
antiguamente excluidas reaccionan eufóricamente dejando ver la seria preocupación
por sus privilegios.
No
obstante, existen sectores populares y de
clase media (los primeros en menor medida) que nunca han conocido las
mieles de los privilegios aristocráticos y que a pesar de haber visto mejorar el
clima social general y su situación económica en particular, continúan sin
poder comprender que esto ha sido producto de un proyecto político que desde el
dia 1 se pronunció por una patria más inclusiva. Desgraciadamente se nos
presenta imposible ya ir en búsqueda de aquellos cuya matriz de pensamiento
está en concordancia perfecta con el 8N. Tiempo perdido sería explicarles el
concepto de solidaridad, de justicia social o la diferencia entre una patria soberana
y una colonia posmoderna. Nuestro esfuerzo
debe concentrarse entonces en ir hacia la conquista de los sectores cuya
subjetividad está hoy en disputa. Aquellos que no comulgaron, o lo hicieron
tibiamente, con el cacerolazo del 8N y la extorción sindical del 20N pero que todavía
no han podido abrir los ojos y observar las conquistas del Modelo, y que al ser
bombardeados mediáticamente por los grupos hegemónicos, no pueden romper aún
con las cadenas de la doctrina neoliberal.
Desde
el humilde lugar que cada uno de nosotros ocupa, debemos ir en búsqueda de
nuestros hermanos argentinos que no han sido tan rápidos como nosotros o simplemente
no han tenido los medios materiales o simbólicos para vislumbrar el cambio de época que ha significado este movimiento nacional y popular. En esta coyuntura tan compleja, no
tenemos que olvidarnos ni subestimar a aquellos que todavía no están a nuestro
lado pero que sabemos que pertenecen al campo que lucha por una patria mejor. Estoy
seguro de que todos nosotros, los convencidos, si todavía no hubiéramos abierto
los ojos, querríamos que nos despertasen. Por eso les debemos lo mismo a los
demás. La disputa por la conciencia del
pueblo es una obligación. Buena parte de la continuidad de este proceso histórico depende de ello.