lunes, 26 de noviembre de 2012

La conquista de la subjetividad

 
 Apuntes sobre el 8N y el 7D
 

           Al escribir estas líneas caigo en la cuenta de que faltan menos de dos semanas para el 7D. Esa es la fecha tope que estipuló la Corte Suprema de Justicia para el vencimiento de la cautelar sobre el artículo 161 de la ley de medios. El tan famoso artículo de la “desinversión”. Ese día el monopolio Clarín tendrá que ajustarse a derecho como todo hijo de vecino y comenzar a cumplir con las leyes de la democracia.

            Por supuesto que no es sencillo. No lo ha sido en estos más de tres años de sancionada la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. La lucha que ha librado el monopolio, que se resiste a acatar los designios de las mayorías, fue, y seguramente seguirá siendo, encarnizada y violenta. Al Grupo Clarín no le interesa ya la diferencia entre la verdad y la mentira, entre lo legal y lo ilegal, entre lo democrático y lo antidemocrático. Lo único que le interesa es mantener a toda costa el poder que ha conseguido acumular desde la última dictadura cívico-militar.

            Para muestra sobra un botón. El interminable sendero de tribunales, jueces y abogados del que ha hecho uso y abuso el Grupo nos da un ejemplo de que los sectores dominantes están dispuestos a defender sus posiciones dominantes a como dé lugar. Sabido es que el Poder Judicial de nuestro país lejos está de ser independiente, justo, equitativo. La Justicia argentina más que ser ciega, mira para el otro lado. El Poder estatal más atrasado, más reaccionario, más oligárquico, nos hiere hoy con sus fallos y tramoyas, vericuetos y maniobras, como rémora de un pasado oscuro. Lamentablemente nuestro sistema judicial históricamente se ha erguido para mantener las posiciones de privilegio de unos pocos, y es esta tradición la que se palpa cuando nos enteramos sobre los escandalosos fallos, medidas cautelares, sorteos entre jueces jubilados, tours judiciales a Miami, magistrados designados en la dictadura, etc. Todos ellos recursos que con asiduidad esgrime el Grupo Clarín.

            Fue Néstor Kirchner quien tuvo la lucidez y la fortaleza para advertir esto y traernos un poco de esperanza en la justicia argentina. Él acabó con la vergüenza del menemato y conformó una nueva Corte Suprema para que esté a tono con esta nueva realidad, con el proyecto de un país más justo, igualitario y democrático. A los que preferían una nueva Corte adicta, Néstor les supo cerrar la boca y confió en la verdadera institucionalidad de país y en el espíritu de la división de los poderes del Estado. Es justamente esta Corte Suprema la que ojalá esté a la altura de las circunstancias y no sea independiente en la lucha entre los monopolios hegemónicos y la democracia. Esta Corte hoy deberá estar del lado pueblo argentino si no quiere permanecer en la historia como un capítulo negro más.

            La posibilidad del per saltum sancionado recientemente representa virtualmente un cercano fin a la ya larga disputa judicial. La pelota pronto estará del lado de la Corte, y es ella quien definirá la cuestión de fondo: la inconstitucionalidad o no de la ley de medios. El Grupo ha creído hasta hoy estar por encima de toda ley y control estatal. Por mucho tiempo ha sabido también manejar a su antojo a la justicia y a quienes la ejercen, y no está dispuesto a perder estas costumbres. Pero la hora ha llegado. Es el pueblo con todas con sus instituciones y toda su legalidad quien le pondrá el cascabel a este gato.

            Es interesante destacar la posición mediática-comunicativa que ha adoptado Clarín en esta altura del conflicto. Irrisoriamente pareciera haberse puesto en el lugar de víctima ante el avance del “gobierno” sobre la libertad de expresión. Esta ridícula posición es la que despilfarra a todas horas y en toda guarida que pertenezca al Grupo. Inteligentemente ha sabido fundir esta posición con la serie de “demandas” de cierto sector de clase madia alta y alta de los conglomerados urbanos más importantes, que descontento con la década kirchnerista  y con la escasa oposición política de relevancia, sale a las calles a gritar cual gorila de circo enjaulado.

            El 8N fue el resultado del accionar del soporte mediático más grande que haya sabido conocer nuestro país, más un puñado de dirigentes políticos y sindicales que actuando como mercenarios oportunistas buscan anclar la ignorancia y exacerbar los odios, celos, egoísmos, prejuicios y resentimientos de los sectores antes citados. Las mentiras que han sabido circular en este nuevo cacerolazo fueron varias, entre las que se destacan la falta de libertad de expresión, la imposibilidad de salir del país y de comprar dólares libremente, las trabas a las importaciones y la persecución tributaria a los detractores del gobierno nacional. Más allá de las falacias de cada uno de estos argumentos, lo que quedó en claro aquella noche de noviembre fue la violencia y el odio de clase que poseen algunos sectores en la argentina. No han sabido construir una alternativa política al modelo planteado por el kirchnerismo y frente al avance de las mayorías antiguamente excluidas reaccionan eufóricamente dejando ver la seria preocupación por sus privilegios.

            No obstante, existen sectores populares y de clase media (los primeros en menor medida) que nunca han conocido las mieles de los privilegios aristocráticos y que a pesar de haber visto mejorar el clima social general y su situación económica en particular, continúan sin poder comprender que esto ha sido producto de un proyecto político que desde el dia 1 se pronunció por una patria más inclusiva. Desgraciadamente se nos presenta imposible ya ir en búsqueda de aquellos cuya matriz de pensamiento está en concordancia perfecta con el 8N. Tiempo perdido sería explicarles el concepto de solidaridad, de justicia social o la diferencia entre una patria soberana y una colonia posmoderna. Nuestro esfuerzo debe concentrarse entonces en ir hacia la conquista de los sectores cuya subjetividad está hoy en disputa. Aquellos que no comulgaron, o lo hicieron tibiamente, con el cacerolazo del 8N y la extorción sindical del 20N pero que todavía no han podido abrir los ojos y observar las conquistas del Modelo, y que al ser bombardeados mediáticamente por los grupos hegemónicos, no pueden romper aún con las cadenas de la doctrina neoliberal.


            Desde el humilde lugar que cada uno de nosotros ocupa, debemos ir en búsqueda de nuestros hermanos argentinos que no han sido tan rápidos como nosotros o simplemente no han tenido los medios materiales o simbólicos para  vislumbrar el cambio de época que ha significado este movimiento nacional y popular. En esta coyuntura tan compleja, no tenemos que olvidarnos ni subestimar a aquellos que todavía no están a nuestro lado pero que sabemos que pertenecen al campo que lucha por una patria mejor. Estoy seguro de que todos nosotros, los convencidos, si todavía no hubiéramos abierto los ojos, querríamos que nos despertasen. Por eso les debemos lo mismo a los demás. La disputa por la conciencia del pueblo es una obligación. Buena parte de la continuidad de este proceso histórico depende de ello.


           
 

viernes, 9 de noviembre de 2012

Héctor J. Kámpora

             
            Hace pocos días el Tribunal Federal de Comodoro Rivadavia condenó a prisión perpetua a Emilio Del Real, Luis Sosa y Carlos Marandino al encontrarlos culpables del asesinato de 16 militantes en el año 1972. La madrugada del 22 de agosto de ese año se llevó a cabo la denominada Masacre de Trelew donde, a sangre fría, estos oficiales de la Marina  fusilaron a jóvenes pertenecientes a agrupaciones peronistas y de izquierda, quienes horas antes habían intentado fugarse del penal de dicha ciudad. Aquello significó, en retrospectiva, el comienzo del Terrorismo de Estado a gran escala, como se comprobaría lamentablemente pocos años después.
 
            Han pasado 40 años y algo de justicia ha llegado para los familiares y compañeros de aquellos 16 militantes con estas condenas. Sin embargo, la Masacre de Trelew dejó en nuestro país algo más que el dolor y la bronca de aquellos que tuvieron que ver a sus seres queridos ser asesinados cobardemente. Aquellos fusilamientos revelaron por esos tiempos las pujas internas entre distintas facciones de las Fuerzas Armadas y provocó el eventual fracaso del GAN (Gran Acuerdo Nacional), impulsado por el entonces presidente de facto el General Lanusse. Más importante aún, el clima político y social generado por la Masacre terminó propiciando la vuelta a elecciones democráticas.

            La trampa que habían planeado las FF. AA. antes de tener que abandonar el poder indefectiblemente ante la avanzada del peronismo fue que el propio general Perón, exiliado en España por 17 años, no podía presentarse como candidato en esas elecciones. El movimiento popular buscó una salida ante esta escaramuza y, contando con el aval de Perón, la candidatura a Presidente de la Nación cayó en su delegado personal y expresidente de la cámara de Diputados, el odontólogo Héctor José Cámpora.

            La historia y sus propias convicciones le otorgarían un lugar muy especial a Héctor Cámpora. Él encarnaría como nadie al valor de la lealtad, a los ideales de la verdadera justicia social y representaría, por sobre todo, a la juventud comprometida. Aquella misma juventud comprometida que salió a las calles vivando por el triunfo del “tío”, aquella juventud que logró salir de las prisiones en las que estaba encerrada por sus ideales políticos, aquella juventud de los ´70 que es precisamente la antecesora de la juventud actual.

            Buena parte de esa juventud comprometida actual tomó sin dudarlo el nombre y el legado de este hombre y lo lleva como bandera y estandarte. Estoy hablando de La Cámpora, agrupación que está en boga por estos días, tanto para los afines como para los detractores.

            Más allá de los escasos 49 días que duró la presidencia de Héctor Cámpora, los cambios que resultaron de su victoria (con más del 49.5% de los votos) dejaron su marca en la historia argentina. En aquel 25 de mayo de 1973 se inició la “primavera camporista”, que trajo consigo cambios en las cúpulas militares, la liberación de los presos políticos tanto peronistas como no peronistas, la vuelta a un modelo económico de carácter nacionalista y redistribuista (de la mano de José Gelbard), el rompimiento con el bloqueo a Cuba y la verdadera integración latinoamericana de nuestros pueblos.

            Sin embargo, y por sobre todas las cosas, el “tío” será recordado por su lealtad y compromiso con los sectores más jóvenes e idealistas del peronismo militante.

            Soslayando otro capítulo negro de nuestra historia como lo es la Masacre de Ezeiza, la renuncia a la presidencia de H. Cámpora (el 13 de julio de 1973) posibilitó que el General Perón se presentara a elecciones limpias y finalmente asumiera el sillón de Rivadavia tras una larga proscripción.

             Tras la muerte del propio General Perón y con el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, Cámpora debió refugiarse en la embajada de México ubicada en la ciudad de Buenos Aires. Allí permaneció por más de tres años hasta que, ya gravemente enfermo de cáncer, la dictadura cívico-militar le permitió viajar hacia México, donde finalmente falleció poco después en la ciudad de Cuernavaca. Sus restos fueron repatriados en 1991 y sepultados para su descanso final en el cementerio de San Andrés de Giles, ciudad de la fuera intendente y concejal.

            Frente a las traiciones y falsedades que abundan en nuestra política cotidiana, es este uno de los mejores momentos para recordar a la figura de Héctor Cámpora. Todos tenemos que aprender de su carácter y compromiso. Es nuestro deber no olvidarlo jamás, no perder su nombre en el fondo de la historia. Por suerte, parece que estamos cada vez más lejos de olvidarlo y su legado comienza a perdurar en la conciencia del pueblo argentino.